miércoles, 20 de mayo de 2009

cómo vamos creciendo


Observamos a nuestros pequeños, los vamos viendo adquirir nuevas capacidades, en unas épocas en concretro nos sorprendemos muchísimo de cómo cambian casi de un día para otro. Es así, su ritmo, como vamos comprobando, no tiene nada que ver con el nuestro. Se necesita, y es una invitación desde aquí a que lo hagáis, una gran capacidad de adaptación y flexibilidad. ¿La tenemos?, sí, nosotros, adultos, ¿tenemos esa capacidad?



Mucho me temo que no demasiado. En general, aunque entendamos "de coco" que la maduración no es una línea recta que se va siguiendo para ir subiendo poco a poco, actuamos como si lo fuera. Exigimos a nuestros hijos desde nuestro sentir de adultos, desde nuestra forma de ver, y así nos van las cosas, suele haber un desencuentro porque es como hablar en dos lenguajes diferentes. Ellos, los hijos, nuestros niños y niñas, no tienen por qué cambiar el suyo. Nosotros sí que podemos, deberíamos poder al menos, y es nuestra obligación intentarlo.



Veamos diferentes etapas y ejemplos:



- un bebé necesita ser atendido las 24 horas. El cachorro humano nace con un grado de indefención y dependencia extrema. Vive en un mundo de sensaciones y no tiene psique, ya que el neocórtex va a necesitar un año para formarse. Por tanto, es un ser indiferenciado del entorno que va a requerir que la mamá le de presencia. Necesita ese traductor, protector, que es la madre. No tiene sentido hablar de "me tomas el pelo", "quiere aprovecharse" "llora por marraneo...". Ahí va eso para reflexionar, ya profundizaremos en ello, en las implicaciones tan importantes, tan vitales, que tiene para el nuevo ser.



- El niño de 2-3 años vive en un mundo mágico-fenomenístico (ya lo decía Piaget, un clásico de la pedagogía). Sí habla, pero domina más el mundo de las sensaciones. Es un experto en comunicación no verbal. Entiende más un abrazo que un "mamá se va a trabajar para ganar dinero para comprarte cosas". Las ausencias las llevan fatal. El tiempo no lo dominan, no saben qué es un ratito ni tienen todavía capacidad para interiorizar.



- un chico de más edad necesita intimidad, necesita ser reconocido y valorado y tenido en cuenta. Puede disgustarle un excesivo proteccionismo, una excesiva intromisión en su vida. De pequeños la presencia materna-paterna es mucho más requerida, cuando son más mayores quizás prefieran un discreto "estar a su lado", una invitación a ir al mundo desde el "aquí estoy si me necesitas". Y un, sobre todo, "confío en tí".


El crecimiento del ser humano, como dice María Montero-Ríos en su libro "Saltando las olas", es irregular, asincrónico, diferenciado y jerarquizado. Y yo diría más: en ese crecimiento a veces hay un parón o incluso, y es normal,un retroceso.


Maduramos de la cabeza a los pies. No hay más que verlo, mirad al bebé, casi es todo cabeza, que mira, que chupa con precisión, y que poco a poco va integrando las manitas, los pies... Vamos ajustándonos al mundo exterior. Pasamos de un mundo de sensaciones a poder comprender con el intelecto. Así pues, a nosotros, adultos, mamás y papás, nos toca desempolvar nuestro bagaje de sensaciones para poder acercarnos a entender a los hijos. Los razonamientos vendrán luego.

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